Actually, tengo que empezar este texto con una palabra en inglés, con esa palabra en inglés. Será porque estuve hablando mucho en ese idioma tan puntiagudo, tan carente de inflexiones o como mierda las llame un lingüista o como mierda llames a lo que me refiero vos que seguro sabés de lo que hablo pero no tenés idea qué es porque no puedo comunicártelo. Actually, decía – vieron cómo uso mucho eso de irme por las ramas y volver a lo que decía con el verbo “decir”. Aburre un poco ¿no? Lo aprendí en “La construcción” descerébrense y sepan de qué hablo, readers – sos el varón del cual me puedo enamorar así como quien no quiere la cosa. Resulta que tuviste la audacia suficiente para echarme esa mirada de te conozco de algún lado, para jugar por el tiempo exacto que dura la caída de una botella desde la mesa y que con su sonido estrepitoso nos devuelve al sur, porque en el sur también caen botellas así y esos sonidos se aprenden cuando uno es muy pibe y nos desconecta del gesto ceñudo y ya hice dos, tres pasos y quedaste atrás, pero jugaste, cómo jugaste, lo bien que jugaste. Cruzo Cabrera y llego hasta Gorriti, donde luego de arrancar una flor – este detalle romántico no tiene intenciones de serlo pero qué querés que haga si así pasó – atravieso la calle para hacer tiempo mirando las chucherías de este barrio tan paquete y ahí, audaz varón del que podría enamorarme como quien no quiere la cosa, siento la mano suave que me toca por primera vez, lo primero que tocaste fue mi hombro.
- ¿Te conozco? – me decís.
Hasta aquí, tu absoluta audacia. Pero de qué están hechos los varones que arrabaleros se piantan en tu camino con osadía, interrumpiendo el hilvanar de nervios frente a una primera cita que no es con ellos. Parecen tan orgánicos y tan mecánicos al mismo tiempo. Como insectos que te miran de reojo y reaccionan frente a nuestro primer avance en el cortejo con un chiste demasiado usado, demasiado tierno. Un varón que se detiene para hablarte, que busca saber tu teléfono, que te mira en detalle, que te ríe, que te relata el motivo que tiene a cuestas, o adelante, o por los costados o guardado en las medias junto a una antología que no querés escuchar. Introyección del macho de turno, corrección de última hora, profundidad en lo que la autora dice, fe de erratas y ahí va: que no querés ser escuchada. Varón del que podría enamorarme como quién no quiere la cosa, si sólo supieras que en el relato que doy sobre cómo es conveniente hacer el amor me dejo entrever con más fidelidad que rememorándote miserias; varón, varón ¿para qué preguntarme sobre mi hermana? ¿Qué sentido tiene saber lo que metí en mi nariz? ¿No te bastan las canciones de Rock para entender cómo vivió un adolescente? Hagamos así… llamame mañana que voy, [acá iba algo, pero no sé cómo voy, pero que voy] voy seguro.
- ¿Te conozco? – me decís.
Hasta aquí, tu absoluta audacia. Pero de qué están hechos los varones que arrabaleros se piantan en tu camino con osadía, interrumpiendo el hilvanar de nervios frente a una primera cita que no es con ellos. Parecen tan orgánicos y tan mecánicos al mismo tiempo. Como insectos que te miran de reojo y reaccionan frente a nuestro primer avance en el cortejo con un chiste demasiado usado, demasiado tierno. Un varón que se detiene para hablarte, que busca saber tu teléfono, que te mira en detalle, que te ríe, que te relata el motivo que tiene a cuestas, o adelante, o por los costados o guardado en las medias junto a una antología que no querés escuchar. Introyección del macho de turno, corrección de última hora, profundidad en lo que la autora dice, fe de erratas y ahí va: que no querés ser escuchada. Varón del que podría enamorarme como quién no quiere la cosa, si sólo supieras que en el relato que doy sobre cómo es conveniente hacer el amor me dejo entrever con más fidelidad que rememorándote miserias; varón, varón ¿para qué preguntarme sobre mi hermana? ¿Qué sentido tiene saber lo que metí en mi nariz? ¿No te bastan las canciones de Rock para entender cómo vivió un adolescente? Hagamos así… llamame mañana que voy, [acá iba algo, pero no sé cómo voy, pero que voy] voy seguro.
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