Es decir: Recuerdo las negras mañanas de sol cuando era niña es decir ayer es decir hace siglos
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5 de diciembre de 2006

We are the champions

Melibé dice:
...así que quédate quédate luna
quédate quédate luna...
Melibé dice:
ahg, cómo me levanta ese tema por dió
V. dice:
si? Pasamelo que me acaba de llamar mi hermana que se murió mi viejo.
Melibé dice:
golpe bajo hija de puta, me lo tirás así
V. dice:
Y ¿cómo querés que te lo diga?
Melibé dice:
¿Estás segura que querés que te responda? ¿No debiera mejor decir cuánto lo lamento y todo eso?
V. dice:
¿Vos, Mel? Dejate de joder, necesito que precisamente vos no me hables como me están hablando.
Melibé dice:
Ay, rubita cachonda, cómo me pone up up eso que me decís...
V. dice:
Debes tener un limón en la boca y un negro lamiéndote el orto, por eso estas tan up, seven up.
Melibé dice:
Contando mis intimidades con tu viejo cuando todavía está tibiecito
V. dice:
Jajajajaja
V. dice:
Gracias.
Melibé dice:
De nada, rubita, estoy saliendo para allá.
V. dice:
Dale, te espero.

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Captain - If I lose the lighter in this storm, the piano shall not be screaming

Tené en cuenta que de un mal comienzo no se sigue necesariamente a un equivalente final. También tené en cuenta que en lógica, en la intersección precisa de todos los conectores, puede pasar cualquier cosa y de ahí sí se sigue que, necesariamente, al final del entredicho se le suma una interjección que indica qué pasó.

Varones, conozco a los que pueden volar y a los que no. Me falta conocer al que sepa comandar su vuelo y a partir de ahí nadear con él. Pero yo ¿yo sé comandar el mío? Odio los vasallajes. Seguro que para encontrarlo tengo que primero aprender a comandarme – en vuelo, no pidas más que eso es todo lo que ahora, en vacaciones, importa y mucho (vuelvo a apendejarme) ¡pelotudo, ¿por qué no me llamás?! - ¡Ni loca! No acepto ese trato hipotético parafrénico lisérgico y así y todo bastante bien arraigado entre nosotros, muy estatuido cuando decimos “hola” por ejemplo, ahí de una. No lo acepto, no son justas las sucesiones, no tiene tanto sentido el menester, el orden o la dialéctica piagetiana, estructuras y la puta que los parió. Yo quiero saltear unos cuantos pasos y ahora ya mismo verte comandar [se viene la comparación pedorra] como jugándola de espectadora adquiriendo de un padre los conocimientos sobre el uso correcto de la mentira descarada [e incestuosa]. No saber comandar mi propio vuelo – el uso correcto de la mentira – verte hacerlo (“lo” means to fly directed), y mirá que ni aprender a hacerlo (“lo” means the same) quiero. Solo verte y con esto ya estoy. Ya estoy.

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1 de diciembre de 2006

El día tiene tantos colores como vos… cantaba el novio que tuve en mi adolescencia. Lo escribía inspirado en esta blogger, mintiéndole a esta blogger que estaba inspirado en ella; el varón que te vuela la cabeza, que tiene una bandita, se viste de negro, te lleva doce años y te toca timbre a las tres de la mañana para fumarse un porro con vos. Para contarte lo último que leyó de Artaud y vos ahí, con el uniforme de la escuela que no te lo sacabas nunca, para qué si al otro día tenías que volver y te habías bañado a la tarde, después de salir de gimnasia; ahí, sentada con él en el porche porque siempre era verano y la casa no se podía llenar de olor a marihuana. Ese vuelo gigante que te pega el varón en la cabeza, que tenés quince años y te pide que le recites Rimbaud mientras te dejas tocar por debajo de la pollera tableada de tela escocesa, mientras lees “El Barco Ebrio” y él te cuenta cómo su primera banda llegó a llevar ese nombre. Cuando tocaba en los más ruines barcitos del conurbano y ahora grabó un disco, y cómo se enfermó grabándolo porque era pleno invierno y te regala la nueva letra de la canción vieja, te dice que sos un ojal de perfume… una estrecha cavidad que se adjetiva por su juventud y te dice que él tiene buen juicio en esto de las comparaciones porque es músico, es adulto y vivió las peores y las mejores. Probó la mejor y la peor, siempre sabiendo lo que probaba, lo que y a quien; y un día lo tirotearon desde un auto por dejarle la marca en el cuello a una nena. Que vivió en la calle y que se gastó todo en equipos, que los equipos se los afanaron con la camioneta pero que nunca aprendió a manejar. Sos tu principio al lado del varón, tomás con él y le pegas a la gente en la calle, grabas un disco, te gusta el jazz y sos cantante de tango; viajas por algunas ciudades y no está mal engañarse. Lo internan. Se muere. Volvés a la escuela y te recibís con el mejor promedio. Si eras su chica, cómo no ibas a estar a la altura de las circunstancias y hacer una fiesta en la sala de ensayo. Nadie te culpa y todos te empiezan a llamar Layla porque te habías cojido al baterista y sus últimos días fueron jugarla de solista, pero con vos. Todavía están los muertos que parlan en el barrio donde naciste, esos de la birra en la esquina, que envejecieron de una vez y para siempre, esos que al pasar te gritan ¡Layla, qué cambiada estás!

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